jueves, 28 de mayo de 2009

La promesa de Jesús sobre la venida de un Paráclito



Cuando decimos “Creo en el Espíritu Santo” inmediatamente nos viene a la memoria el símbolo de los Apóstoles que aprendimos cuando conocíamos los rudimentos de la fe Cristiana.
Observamos en el llamado Símbolo niceno-constantinopolitano, el desarrollo más amplio de la fórmula del artículo de fe, “Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas”
Este símbolo, profesión de fe desarrollada por la Iglesia de los primero siglos, nos remite indudablemente a las fuentes bíblicas, donde la veracidad sobre el Espíritu Santo se exhibe en el contexto de la revelación de Dios Uno y Trino. Es así que la neumatología que expresa la Iglesia está basada en la Sagrada Escritura, fuente y guía de toda doctrina, especialmente en el Nuevo Testamento, aunque, en cierta medida, hay preanuncios de ella en el Antiguo Pacto.
La primitiva fuente a la que podemos dirigirnos es un texto de Juan, contenido en el “discurso de despedida” de Jesús antes de su pasión y muerte en la cruz, Jesús habla de la venida del Santo Paráclito en conexión con la propia “partida”, anunciando así su venida sobre los Apóstoles. “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy os lo enviaré” (Jn. 16: 7).
Lo tácito de este texto puede parecer incomprensible. Jesucristo, que tiene que aseverar “Pero yo os digo la verdad”, presenta la propia pasión como un bien: “Os conviene que yo me vaya...”.Pero enseguida declara en qué radica el valor de su muerte, esta es por ser una muerte redentora, compone la condición para que se cumpla el plan salvífico de Dios que tendrá su complemento ya determinado ante de todos los tiempos en la venida del Espíritu Santo; establece por ello la posición de todo lo que con esta venida se verificará para los Apóstoles y para la Iglesia futura, a medida que acogiendo el Espíritu, los hombres adopten la nueva vida; La presencia del Espíritu Santo y todo lo que de ella se derivará en el mundo serán obra de la redención de Cristo.
La llegada del Espíritu Santo, sucede después de la ascensión al cielo de Jesús. Por lo tanto con esto observamos que la pasión y muerte, obra redentora de Cristo, engendran frutos plenos, Jesucristo, Hijo del hombre, en el culmen de su misión mesiánica, “recibe” del Padre el Espíritu Santo en la plenitud en que este Espíritu debe ser otorgado a los Apóstoles y a la Iglesia, para todos los tiempos. .
El Espíritu Santo es el que se manifiesta después y en virtud de la partida de Jesús el Cristo. A tal efecto observamos las palabras en Jn. 16: 7, enuncian una relación de naturaleza causal. Esto es que el Espíritu viene enviado en virtud de la redención obrada por Cristo “Cuando me vaya os lo enviaré”, según el propósito divino, la “partida” de Cristo es término indispensable del envío y de la venida del Espíritu Santo, esto manifiesta que comienza la nueva comunicación salvífica por el Santo Espíritu.
El Espíritu Santo revelado por Jesús es un ser personal, la tercera Persona de la Trinidad, con su obrar propio. Pero en la misma alocución de despedida Jesús muestra los lazos que unen a la persona del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo, por ello el anuncio de la venida del Espíritu Santo, es al mismo tiempo la definitiva revelación de Dios como Trinidad.
Por lo tanto debemos tener en claro en esa fecha que se aproxima que conmemoramos Pentecostés, que el Espíritu Santo no es algo individual u otro Dios marginal o fuerza o flujo de energía como en varias religiones o seudos grupos cristianos, o los que niegan la persona del Santo Paráclito, o niegan a al Trinidad , si no que es consubstancial al Padre y al Hijo en la divinidad, es amor y don , ya que de Él deriva como de una fuente toda dádiva otorgada a las criaturas, la donación de la existencia a todas las cosas mediante la creación; la donación de la gracia a los hombres mediante el otorgamiento de la fe en el Redentor, la fe regalo de Dios y no de nuestros esfuerzos, don gratuito dado por la Tercera Persona de la Trinidad.
Por lo tanto en el Espíritu Santo se encuentra la manifestación de la profundidad de la Divinidad, el misterio trinitario en el que subsisten las Personas Divinas, pero a su vez manifestado a través de las Escrituras al hombre para darle vida y salvación de forma gratuita por el sacrifico del Hijo de Dios, A raíz de ello narra Pablo en la Primera Carta a los Corintios, cuando subraya que “El Espíritu todo lo escudriña , aún lo profundo de Dios' (1 Cor 2, 10).
Es así que en esta conmemoración de Pentecostés, estemos atentos a la escucha del Espíritu Santo, que a través de las Santas Escrituras se manifiesta y nos guía a una nueva relación mas comprometida con el Padre y el Hijo, para ser Cristianos absolutos sin dobleces, rechazando todo lo que no es de Dios y no esté manifestado en la Biblia como doctrina, evitando los falsos profetismos, y doctrinas extraviadas que alejen nuestros pasos hacia la verdadera fuente de vida que es Dios Uno y Trino.
Rev. José Luis Podestá

miércoles, 20 de mayo de 2009

Una visita fraternal, en donde Dios y el hombre se encuentran.











El sábado 16 realizamos una visita a la comunidad de la iglesia Monte Horeb, una iglesia con mucho empuje en lo social, y en todos los matices de la pastoral.

Nos encontramos con gente maravillosa, recibimos una acogida cariñosa de cada una de las personas, en especial de su pastor el Reverendo Jorge Santiago Galarza, que a su vez esta encargado del Departamento de Diaconía socio-política de nuestra misión y si así Dios lo permite prontamente estará como secretario general del Moderador de la Misión, para colaborar en todo lo necesario para la expansión de la iglesia en Argentina.

Pasamos una jornada llena de conversaciones, con matrimonios, con las mujeres, la madre del pastor con sus mates y los hombres, como así también con los demás pastores y los diáconos

Compartimos una “choripañada” con gente excelente, sobre todo con el cariño y el recibimiento que solo un pastor que le gusta la excelencia en todo los ordenes puede ofrecer a sus invitados. Su señora esposa Viviana que nos atendió de maravillas, y por supuestos la constante preocupación de estar atendidos por parte del coopastor del Monte Horeb “Raymon” Gamarra, como cariñosamente lo bautizamos en ese encuentro.

Un lugar donde Dios y el hombre se encuentran, como sucedió en el Monte Horeb en la Tierra Santa, así es igual en ese lugar donde se encuentra ubicada la comunidad del Monte Horeb, a todos ellos vaya nuestro más sincero agradecimiento por todo y en especial la preocupación por todos los pormenores finales por parte María una joven servidora del Monte, a ella también nuestro agradecimiento y sobre todo un fraternal abrazo a cada integrante del Monte Horeb, centro de buenos amigos y excelencia en el servicio al Reino de Dios.

Rev. José Luis Podestá