domingo, 18 de abril de 2010

EL CENTRO DEL KERIGMA CRISTOLÓGICO DE JUAN.


El discurso que aparece en 3:16 “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, si no tenga vida eterna”.
Demuestra Juan en este versículo que el hijo de Dios hace llevar adelante la obra que el Padre le encomendó, siendo pues que la obra salvifica que lleva el Hijo obra también el Padre, porque la salvación de los hombres es obra del Padre, por el hijo a través del Espíritu Santo.
El Logos Divino encarnado, enviado por el Padre, es la imagen real de la acción salvadora de Dios Trino, es el “delegado” del Padre ante los hombres, para que conozcan su “Palabra”, la “Verdad”, que es el mismo Cristo para salvación de los hombres que en él creen.
Esa presencia de la segunda Persona de la Trinidad encarnada, es hacer presente al que nadie ha visto jamás, abajarse a los hombres, para proceder a la redención de sus escogidos.
El evangelista utiliza constantemente en su evangelio las expresiones de Jesús “El Padre que me envió” para machacar sobre la temática de que Jesús no es un hombre más ungido por el Dios altísimo, si no es el mismo Hijo de Dios hecho carne, que habla lo que el Padre le dijo y hace su voluntad.
Manifestar a Jesús como “el evangelio de Dios”, es el fin de Juan en todo el contexto narrativo, el anuncio y realización de la salvación por medio del “Hombre-Dios” manifestado en Jesús de Nazaret , hijo de una virgen llamada María, que habitó entre nosotros para nuestra redención, murió por los escogidos y resucitó.
En su mensaje el Logos Joaneo pone una crisis entre los que escuchan la palabra y entre quienes la rechazan, Juan manifiesta este hecho en varios acontecimientos narrados en su evangelio, especialmente en los acontecimientos milagrosos.
El describir a Jesús como el enviado del Padre, da a entender que existe todo un movimiento elíptico de la figura de Jesús, “nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre” Jn.3:13.
Ese enviado de Dios viene de lo alto, no es un hombre terrenal “ungido” como antiguamente sucedía con los reyes, patriarcas, sacerdotes y los profetas, por esta razón Jesús estaba por encima de todos los predecesores.
Para Juan y para nosotros también, el cielo es el origen del “Logos” hecho carne y la tierra el destino del envío, pero solamente temporal para cumplir el mandato del Padre, debiendo regresar al “seno del Padre” para reinar para siempre.
Juan despliega toda una realidad de la encarnación del hijo de Dios, siendo el centro de su anuncio, de su Kerigma, y demostrando de quien el habla no es un mero profeta, si no, quien habitó y habita con el Padre en unión con el Espíritu Santo.
Juan por lo tanto expresa una cristología fundamental en cada capitulo de su evangelio, que a través de la historia del cristianismo se fue desarrollando y afianzando, no sin luchas e inconvenientes, pero basándose sobre todo en ese anuncio Kerigmatico del escrito Joaneo.
La cercanía a Jesús por parte de este discípulo amado, hace legítima la pretensión del mensaje revelador del misterio, Dios hablo a los hombres en la Palabra Encarnada, en el Hombre Jesús. Siendo que en este Logos convivían las dos naturalezas, la Divina y Humana, que solo de esta forma era posible que el Verbo de Dios caminara entre los hombres y cumpliera el propósito del plan divino, nuestra salvación.
Rev. José Luis Podestá