viernes, 25 de junio de 2010

EXIGENCIAS DEL DISCIPULO COMENTARIO DE Lc 9, 51-62


El Evangelio nos dice que la generosidad exigida por Jesús a los tres candidatos a seguirle, es radical e imperioso. Incluso, da la impresión de una cierta dureza de parte de Jesús. Pero todo está situado bajo el signo de la exigencia. Jesús ha iniciado el viaje hacia Jerusalén, lugar en donde será sacrificado por nuestros pecados y para nuestra salvación. Esta “pendiente” interminable no se inserta en una dimensión estrictamente geográfica, sino meramente teológica, Jesús se orienta resueltamente hacia el acatamiento de su misión, dada por el Padre.
La marcha de Jesús a Jerusalén no es un viaje común. Por eso el maestro requiere de los discípulos la seriedad de la resolución y del riesgo que lleva seguirle, quien comparte esa aventura, tiene que estar dispuesta a entregar su propia vida.
Por tanto, seguir a Jesús exige, no solo buena voluntad, si no disponibilidad de vivir según su designio, en una constante inseguridad y de la comodidad que da la vida resoluta, ser Cristiano, discípulo de Jesús es vivir en constante movimiento, en no tener nada fijo y estar dispuesto de corazón a hacer la voluntad del Maestro, es así organizar la propia vida según criterios personales, de prosperidad individual a costa del ministerio, no es digno del discípulo verdadero de Jesús, eso no quiere decir que debemos vivir en la mendicidad o en la miseria, pero si ser buenos administradores de los bienes que Dios nos da y estar dispuesto a liberarnos de ellos para cumplir la misión de predicar el Reino.
Esto nos obliga a quebrar muchas veces con las estructuras sociales, políticas, económicas, culturales e incluso afectivas que impidan el movernos diligentemente para llevar la luz del Evangelio, que en algunos casos pueden sujetarnos e impedir nuestro desempeño como discípulos de Jesucristo.
Hoy como ayer, Jesús sigue llamando a hombres y mujeres, en diversas funciones, que abandonándolo todo, se envuelven con la causa majestuosa del Evangelio, tomando el arado sin mirar atrás, donan la propia vida en la edificación de un mundo nuevo donde reine la verdad, la justicia y la igualdad de derechos entre los seres humanos, marcando también las situaciones pecaminosas, tanto humanas como sociales, que impiden el conocimiento de Dios.
El seguimiento de Jesús es una invitación y un don de Dios, pero al mismo tiempo exige nuestra respuesta esforzada. Lamentablemente hoy vemos pastores improvisados, sin formación académica, sin espiritualidad, sin esfuerzo y atados en un “negocio de lo religioso” llevando a la confusión a las personas que se acercan en busca del Pan bajado del cielo, Jesucristo. Ser buenos servidores del Evangelio, implica una invitación de Dios, no un capricho alienante de nuestra mente y a su vez una meta que nos debemos proponer con tenacidad.
Es así que en el ministerio que Jesús nos propone en este siglo XXI es mucho más complejo, vimos en una sociedad que descree en todo pero a su vez cree en muchas cosas irresolutas, es un desafío que nos obliga a formarnos debidamente, en lo intelectual y en lo espiritual, implica también tener la habilidad de saber adaptar la pastoral a la necesidades de hoy, como lo hicieron los primigenios cristianos. No vasta tener buenas intenciones, si no también estar aptos para todo el ministerio y las exigencia que nos demanda el seguimiento de Jesús, no es solo levantarse una mañana y decir soy pastor y salir con una Biblia bajo el brazo , predicando cosas que ni siquiera se entienden o se mal interpretan, si no que demanda todo un sacrificio, ser seguidor de Jesucristo no es enriquecerse ni llenarse de oro, ni ser un empresario de la fe, si no ser un servidor sacrificado, despojado y dador de la riqueza que tenemos que es la Palabra de Dios.
Rev. José luis Podestá