jueves, 23 de diciembre de 2010

RECUPERAR EL SENTIDO DE LA NAVIDAD


Ha llegado de nuevo el día en que conmemoramos este maravilloso acontecimiento de la natividad del Señor: "Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón" (Lc 2: 6-7). Podemos preguntarnos: ¿Es éste un acontecimiento habitual o más bien extraño? Cuántos niños nacen en toda la tierra, en el curso de un día, mientras en unas partes del mundo es de día con su sol iluminando a todos los seres vivientes y en otra reina la oscuridad de la noche; indudablemente, el nacer de un hijo es algo único para un padre y más para una madre, sobre todo si se trata del primer niño, del primogénito. Pero más allá de la alegría no deja de ser un acontecimiento normal que sucede a diario. Es por ello que el nacimiento de Jesús parece ingresar también en esta dimensión estadística de nacimiento común, alegre pero nada más transcendente que lo vivirá la familia como un hito personal.
Pero lo trascendente de este nacimiento hace que nos reunamos cada año, a recordar y festejar el nacimiento ya en este acontecimiento hay algo insólito, consiste quizá en que no se efectúa dentro de los estándares del común de los humanos, bajo el techo de una casa o un lugar apropiado, sino nada mas y nada menos que en un establo, que comúnmente da cobijo sólo a los animales, la primera cuna del Niño nacido recientemente fue un pesebre, un lugar impropio para una criatura de pocos minutos de nacido, expectantes se encontraban una mujer pobre, y un hombre también de humilde condición, pero felices y atentos por todo el misterio ya anunciado por el ángel a María y cuando también le hablo en el sueño a José y viendo al Rey de Reyes acostado en un pesebre, así de una forma indigna para alguien que tendría una corona real o incluso el ser el mismo Dios hacho carne, pero allí estaba, mostrando la máxima humildad y desprendimiento, como los mismos pobres de este mundo que no tienen nada más que dar que su afecto y lo poco que tiene lo comparte, mas luego seguramente su cabeza sería coronada y declarado Rey, pero no un rey terrenal si no celestial y su corona sería de espinas, y colgaría de una cruz, para luego vencer el pecado y reinar sobre todo y todos. Es lógico que ninguno de los habitantes, ni ninguno de los extranjeros presentes entonces en Belén, podía pensar que en aquellos momentos y que en aquel establo, se estaban cumpliendo las palabras del Profeta tantas veces leídas y continuamente meditadas por los hijos de Israel. “Isaías, justamente, había escrito palabras que formaban el contenido de una gran expectación y de una expectativa inquebrantable: "Multiplicaste la gente, y aumentaste la alegría. Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos. Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su opresor, como en el día de Madián. Porque todo calzado que lleva el guerrero en el tumulto de la batalla, y todo manto revolcado en sangre, serán quemados, pasto del fuego. Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto." (Is. 9: 3-7). No obstante, hay algún detalle en las palabras de Isaías que parecer cumplirse ya esta noche al pie de la letra; Isaías había escrito: "El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos." (Is. 9: 2). Belén y toda Palestina. en aquel momento es tierra de sombras, la noche esta avanzada y el mundo duerme sin saber el acontecimiento maravilloso ,fuera de la ciudad "Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño." Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor (Lc.2:9-11) Estas palabras debieron producir una alegría inmensa en los corazones de aquellos hombres sencillos, y también un gran estupor por recordar que el pueblo de Israel era heredero de una gran promesa. Hoy como a esos pastores nos interpela el mensaje y nos anuncia la alegría de ese Verbo encarnado, que lamentablemente muchos olvidamos el significado especial y maravilloso que tiene ese nacimiento en un pesebre lejano en Belén de Judea. La segunda persona de la Trinidad se hizo hombre para los hombres, pobre para los pobres, sacrificio vivo para nosotros que estábamos muertos en el pecado y en la negrura de la noche, en el sueño de la inoperancia y de la desobediencia a Dios. El vino en la fragilidad de un niño, en la pobreza y humildad, que hoy lamentablemente a muchos cristianos parece molestarles a ese Jesús pobre, humilde, frágil, y luego sufriente, y necesitan predicar un Evangelio lejos de la verdad histórica y de la revelación bíblica, necesitan un Evangelio de la prosperidad, de la abundancia, imaginan a un Cristo nacido en cuna de oro y tomando el trono cubierto de perlas, nada más lejos de la verdad que esa predicación o doctrina engañosa que se extiende en las iglesias.
Pero muchos se conforman en oírla, en seguirla ,porque tienen miedo de hallarse con ese niño inocente, envuelto en pañales rústicos, en un pesebre rodeados de animales y lleno seguramente del aroma que desprenden los bueyes o los asnos. No quieren ver a ese Jesús pobre que camino Palestina y que hablo con hombres rudos y los hizo sus discípulos, pescadores sucios, sudorosos y curtidos por el trabajo diario, teniendo escasez como todos lo trabajadores y pobres de este mundo. Pero por negar a ese Jesús, también niegan a la maravilla de la obra que realizó para nuestra redención, revelándose a los pobres, trabajadores esforzados y mendigos, como lo hizo al nacer a los pastores, que en la “casta sacerdotal” no eran bien vistos, por ser hombres errantes, contaminados de impurezas, pero Dios quiso revelarse a los despreciados de Israel, incluso luego a magos de oriente que provenían de lejanas tierras, Dios quiso manifestarse a los despreciados de la sociedad “acomodaticia de la época”, por eso es importante regresar a la profundidad del Evangelio, sumergirnos en cada versículo y descubrir el valioso misterio de la navidad, ese nacimiento de forma milagrosa y todo el desarrollo que aconteció luego, para tener el fin redentor que nos permite ser salvos por la inmensurable gracia de Dios. Recuperemos el verdadero sentido de esta conmemoración y no abundemos en detalles ajenos a lo que recordamos, cuidemos de nuestra oración, de dar las gracias a Dios por su misericordia y la obra que hizo en y por Cristo, para nosotros ser un día participe del banquete celestial. Que Dios hecho hombre y que habito entre nosotros nos bendiga y nos de las fuerzas para ser fieles a su Palabra y obrar como el desea en su infinita voluntad y que demos el testimonio de verdaderos Cristianos.

Rev. José Luis Podestá

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