domingo, 23 de mayo de 2010

El impulso del Espíritu Santo



Con la festividad de Pentecostés, llega a su fin el tiempo pascual. Después de haber celebrado a lo largo de este período la victoria de Jesús sobre la muerte, por su sacrificio en la cruz y su resurrección; su exaltación a la diestra del Padre, hoy la contemplación y la adoración de la Iglesia, subraya la presencia del Espíritu de Dios y la entrega por el Resucitado de su Espíritu a los Apóstoles, para hacerles participar de su misma vida y constituir con ellos su Pueblo.
Es así que la revelación de Dios dada durante todo el Antiguo Testamento, venía nutriendo esa esperanza del hombre, con la promesa de que un día Dios enviaría su Espíritu sobre todos los individuos. Luego dada plenamente en el nuevo Pacto.
Es así que hoy gracias a la encarnación del Verbo, su pasión, muerte , resurrección y el cumplimiento de la promesa de enviar al paráclito, podemos expresar que en la celebración de la Pascua se ha cumplido todo lo que hablaron los profetas en el Vetero Testamento y la gracia otorgada por Cristo al regalarnos El Espíritu Santo.
Siendo que al dar a conocer la revelación del misterio de Dios a los humildes de corazón, ha manifestado su poder a través de la historia de la iglesia, conducida por la verdad que es enseñada en las Santas Escrituras y conformando y formando a su pueblo, unirlos a una nueva humanidad de sus elegidos, para que vayan y den frutos, instaurar visiblemente con ellos el nuevo Pueblo de Dios y destinarlos como fermento del mundo sin ser del mundo, restaurar todo en Cristo y ser lumbrera de la verdad en los diferentes rincones del mundo, para dar la gloria a Dios.
Por eso son tan asombrosos los frutos del Espíritu Santo. Él reúne a la Iglesia, concediendo nueva vida a aquellos que por la fe son incorporados a Jesucristo. Él transforma el interior de los creyentes proporcionándonos la posibilidad de expresar que Jesús es el Señor y de implorar a Dios como Abbá, Padre, dándonos la adopción como hijos amados, en una relación del tú a tú con el Creador, como de Padre a hijo, Él penetra la capacidad de nuestras mentes concediéndonos la gracia de conocer a través de la revelación los misterios de Dios ,claro que no conocemos todo, solo lo revelado y que nos quiso dar para nuestra guía, y con ese conocimiento suficiente nos hace deleitarnos del regalo de su gracia. El paráclito cambió la vida de los discípulos de Jesús que les dió las fuerzas necesarias para salir a predicar la buena noticia. Como a nosotros hoy forjándonos para transformar el mundo con la luz del Evangelio y dándonos fuerza para vivir en el amor mutuo, el gozo, la paz, la generosidad, la entereza y la fidelidad.
El Espíritu Santo, invocado por nuestras comunidades cuando celebramos una sana y verdadera adoración al Creador, está presente sobre los predilectos para afianzar su fidelidad, proclamar al Señor resucitado y convertirnos así en ofrenda agradable a Dios. Congregarnos en la unidad y en la paz, para ser ejemplo de comunión y buenos proclamadores de su Palabra.
Por eso la Iglesia, pueblo de Dios a través de los siglos, nos presenta ésta celebración en la que termina el tiempo pascual y tenemos que mantener presente una oración que debe prolongarse día a día, "Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, Envía Señor tu Espíritu que renueve la faz de la tierra". Amén.
Rev. José Luis Podestá

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