viernes, 22 de agosto de 2008

Lumbrera de Ginebra para le mundo de hoy.



Lumbrera de la reforma y de la Iglesia toda, con gran influencia en todo mundo, así es elogiado con mucha razón Juan Calvino, el cual es objeto de especiales celebraciones en el año 2009, en que se cumple el V centenario de su nacimiento.
En el clima del renovado entusiasmo suscitado por este quinto centenario, se han hecho investigaciones, se han publicado trabajos, se organizan festejos y se han tenido reuniones en muchas universidades y centros de estudios superiores como así también en seminarios y diferentes organizaciones que siguen los principios bíblicos de la reforma, en especial del gran teólogo de Ginebra.
Hoy a raíz de la festividad que se acerca, les animamos a continuar a todos los pastores y miembros de las iglesias presbiterianas, reformadas, la noble tarea y al mismo tiempo, exhortamos a todos los fieles y a los ministros a contribuir en sus comunidades con diferentes ideas para llevar en algo el pensamiento del reformador y demostrar el vigor que nuestras iglesias continúan teniendo a través del tiempo, para reconocer en él que es el guía autorizado para una sana interpretación de los principios teológicos expresados en cada página de las Santas Escrituras; en efecto, existen muchos indicios que nos permitieron exponer sin temor a equivocaciones, que de su doctrina hoy interesa e influye también en los hombres de nuestro tiempo en todo el desarrollo de la fe y vida. Poniendo de relieve numerosos elementos de la doctrina del gigante de Ginebra, que tiene mucha categoría en orden a la garantía e investigación de la verdad revelada dada en la Biblia; por este motivo lo recomendamos a nuestros contemporáneos, cosa que ha hecho y sigue haciendo la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa, como maestro en el arte de pensar como guía para conciliar los problemas teológicos y para plantear fielmente el saber en general.
Así, pues, queremos manifestar abiertamente nuestra conformidad con los que sostienen que, aun quinientos años después de su nacimiento, Juan Calvino debe ser celebrado no sólo como excelso pensador y doctor del pasado, sino también por la vigencia de sus principios, de su desarrollo doctrinal fiel a la Biblia; y deseamos exaltar al mismo tiempo las razones de la autoridad que le reconocen muchos teólogos hoy y las instituciones educativas de las Iglesias reformadas, y especialmente muchísimos predecesores nuestros en el pastorado, que no dudaron en otorgarle el más alto honor entre los teólogos de los últimos siglos.
Confesamos que al confirmar y reavivar una personalidad tan brillante como en algunos casos tan polémica, nos mueve sólo el respeto a la autoridad de su pensamiento , de sus logros y virtudes, como así también de aprender de los errores que en su tiempo pudiera haber cometidos, todo hombre es hijo de su época, y el gran teólogo de Ginebra, no estuvo exento de las circunstancias que lo rodearon, por eso juzgarlo con nuestra visión del siglo XXI, seria mas que un latrocinio histórico y sobre todo una falta de respeto a este gran hombre.
También es buena la consideración objetiva de la validez de su doctrina, el fruto que se obtiene estudiando y consultando sus obras, como sabemos por propia experiencia, y la comprobación del poder persuasivo y formativo que ejerce en sus discípulos, sobre todo en los jóvenes, como pudimos observar a través de los años.
Saber que hoy día no todos están de acuerdo con sus principios, pero no se nos oculta que muchas veces el recelo o aversión que se siente hacia Calvino deriva de un contacto superficial y desconocimiento de su doctrina, más aún, del hecho de que no se leen ni se estudian sus obras. Por eso, también nosotros exhortamos a todos los que deseen formarse un criterio maduro acerca de la postura que hay que adoptar en esta materia, es el ir a las Fuentes, o sea a sus obras, y sacar con Biblia en mano las consideraciones que el gran Doctor de la reforma tan acertadamente logró congeniar con su brillante pensamiento sistemático, por lo tanto quisiera exhortarlos a ¡ir a Calvino! Buscar y leer las obras de Calvino, no sólo para encontrar alimento espiritual seguro en aquellos opulentos tesoros de sus escritos, sino también y ante todo, para darnos cuenta personalmente de la inconmensurable hondura, riqueza e importancia de la doctrina que contienen sus obras y sobre todo la fidelidad a la verdad revelada.
Para formarse hoy en día un juicio fiel del valor perdurable del pensamiento de Juan Calvino en la Iglesia y en el mundo de la cultura, no basta conocer de modo directo y completo sus textos, si bien es necesario, pero es preciso también tener en cuenta el contexto histórico y cultural en que vivió y llevó a cabo su obra de maestro, pastor y escritor, para sacarle el “jugo” a todo su pensamiento, expresión doctrinal extremadamente fiel a la Biblia.
No podemos negar que también desde el punto de vista sociopolítico, son conocidas las vicisitudes que transformaron completamente la fisonomía de Europa y la influencia en las demás naciones fuera del viejo continente, la victoria de los estados en busca de su soberanía sobre la antigua dominación del imperio medieval, bajo la égida del catolicismo Romano, encaminado ya al ocaso; el desarrollo económico de las ciudades más industriales y el florecimiento cultural de las grandes universidades, la amplia difusión de los descubrimientos científicos y de las elucubraciones filosóficas típicas del periodo renacentista y finalmente las nuevas relaciones con diferentes naciones con el auge del movimiento protestante, marcaron toda una diferencia en el mapa político e indefectiblemente influyo en el desarrollo de la doctrina reformada, aportando grandes hombres en el campo de la teología, con gran y renovado ímpetu para transformar una iglesia corrompida y decadente como era en su momento la iglesia católica romana.
Así también apreciamos todo el desarrollo del pensamiento Calvinista en todos los estamentos de la economía, la educación, el trabajo, la familia, etc., que provocó un desarrollo constante en donde dichas ideas ingresaron con tan abundantes frutos, a veces alguno mal interpretaron el pensamiento del hombre de Ginebra, y distorsionaron su mensaje esencial, que es sostenido por las Santas Escrituras, en síntesis Calvino no quería expresar ningún pensamiento nuevo, solo su deseo más entrañable fue el recuperar la pureza de la doctrina Bíblica, que el con tanto empeño logró, por eso para evitar errores de muchos que nos llamamos Calvinistas es interesante que nos sumerjamos en el mar de las Escrituras y en las aguas tranquilas del pensamiento del gran Doctor de la reforma, Juan Calvino, para si prepáranos para el gran jubileo que se avecina.
Rev. José Luis Podestá

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