sábado, 16 de agosto de 2008

Profetas para el siglo XXI




En este siglo XXI, nos encontramos con diferentes conceptos sobre que es el profetismo o las misión del profeta, lamentablemente, también comprobamos las falencias que tienen muchos pastores sobre esa función, algunos pensando que solo es un arte de adivinación o casi de curanderos mágicos sobre las personas, otros mas o menos acertados todavía mantienen la deficiencia del concepto del ministerio profético; hay otros, los menos, que tienen claridad sobre lo que implica ser profeta en el 2.008.

Primeramente se debe tener como única fuente del ministerio profético las Santas Escrituras, Palabra revelada de Dios a los hombres, y no salirse de ella, para imponer o exponer terminologías, o conceptos e ideas propias fuera de las Escrituras, esto no es solo pronosticar acontecimientos, tipo horóscopo, o videntes de poca monta, si no es nada más y nada menos que anunciar y denunciar, esto significa que dentro de nuestro ministerio pastoral debemos comunicar constantemente la Palabra de Dios, expresada de principio a fin en la Biblia, y denunciar en privado y públicamente todo lo que atente contra la misma verdad de las Escrituras, no podemos callar lo que hemos recibido de Dios y no podemos tolerar las aberraciones que se realicen contra la creación del altísimo y su autenticidad, sobre todo contra la vida de los seres humanos mas débiles y los que sufren la exclusión o la persecución de cualquier índole que atente contra su fe, contra su vida, entre ellos podemos mencionar los niños por nacer, frutos de un acoso constante basados en seudos derechos a decidir, de los marginados por diferentes cuestiones políticas o de índole racial o social, etc.
Por lo tanto, el ministerio profético, en su dimensión más profunda, implica que toda vocación pastoral, profética, es un gran misterio, es una gracia que supera enormemente al hombre, cada uno de nosotros lo experimenta públicamente durante toda la vida y en especial durante su ministerio con las personas que se acercan y nos rodean asiduamente, ante la grandeza de este don, apreciamos cuan indignos somos de ello y nos damos cuenta al mismo tiempo de la enormidad de la elección de Dios para cumplir su obra y nosotros indignos siervos suyos, frágiles, limitados, y en muchas ocasiones indoctos, somos por su gracia inefable, llevados a este mar embravecido que es el mundo que nos toca transitar para llevar su palabra y ser sus profetas en el siglo XXI.
La vocación es el misterio de elección divina, no de nosotros, indignos, y pecadores, si no de Él, "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca" (Jn. 15: 16). "Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón'' (H.b 5: 4). "Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí" (Jr. 1: 5). Estas palabras inspiradas sacuden hondamente toda alma del ministro del Evangelio, del predicador de Dios.
Por eso, cuando en las más disímiles circunstancias damos testimonio del mismo Dios Uno y Trino, debemos hacerlo con gran humildad, con orgullo, ya que no somos dignos de ellos, si no que solamente por su gracia, ejercemos el ministerio profético, ser conscientes de que Dios "nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia" (2 Tim 1: 9). Al mismo tiempo, nos damos cuenta de que las voces humanas no son competentes de abarcar la dimensión del misterio que el pastorado en nombre de Jesucristo tiene en sí mismo.
Esta señal, me parece necesaria para que se pueda entender de modo justo lo que es en realidad el camino del “Profeta” en el siglo XXI, y el ministerio pastoral imbuido en el mismo. EL verdadero profetismo es un jugarse día a día por Dios, por la verdad, por la justicia, por llevar el mensaje del Divino Creador a todas partes, a tiempo y a destiempo, sabemos que combatimos día a día con adversarios y las conflictividades de nuestro tiempo, e incluso con nuestras preocupaciones cotidianas, que en muchos casos nos desaniman y nos tiran por tierra muchos proyectos, pero sabemos que no depende de nosotros lo que hagamos o los logros obtenidos, si no solo de Dios, el es soberano, el es nuestros Rey , quien nos dirige constantemente para llevar su Palabra, porque con el somos mas que vencedores en este mundo fragmentado, humillado y casi en una sociedad que se vive el desprecio, la ignominia, la falta de respeto y cordura necesaria para la convivencia, el crimen, la marginación, la exclusión, la persecución, la intolerancia, la humillación de lo sagrado, la destrucción de la vida, el pecado en plano de igualdad con la honestidad por parte de los medios públicos de comunicación, la política y la corrupción en todos los niveles, la seguridad mancillada, etc. Son parte del grito que debe alzar toda la obra pastoral del profeta de Dios que debe en humildad y fortaleza hacerse presente con el mensaje del Altísimo en este mundo frenético rumbo a un choque destructivo consigo mismo.
Por lo tanto, la misión profética no es adivinar o decir el “Señor me dijo” o el “Señor me reveló” etc., como muchos tele evangelistas, de escaso nivel teológico, salen como curanderos o magos al mejor estilo del señor de los anillos, o de patéticas representaciones de los profetas del Antiguo Testamento. Si no, es hacer presente con la voz la verdad de la Palabra revelada de Dios que se da en la Biblia de punta a punta, y denunciar con fuerza y caridad, todo lo que denigre la voluntad Divina, esa es hoy la función del profeta, del pastor, del ministro de Dios, no el agregar nuevas mágicas revelaciones, si no de llevar adelanta la ya dada hace muchos miles de años desde el Génesis al Apocalipsis.
Rev. José Luis Podestá

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