lunes, 15 de junio de 2009

El Espíritu Santo, sello del Nuevo Pacto



Cuando Jesús habla de la promesa del Padre, señala la venida del Espíritu Santo ya comunicada a lo largo del Antiguo Testamento, leemos en el Libro del profeta Joel: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizaran vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros acianos soñaran sueños, y vuestros jóvenes verana visiones” (Jol.2:28) Precisamente a este texto del Profeta Joel hace referencia Pedro en la primera alocución de Pentecostés..
Jesús, cuando habla de la promesa del Padre conmemora la proclama de los profetas, revelador incluso en su carácter genérico. Los anuncios de Jesús en la última Cena son rotundos y directos porque quiere poner de relieve la continuidad de la verdad neumatológica a lo largo de toda la Revelación incluso los veremos más adelante en la historia de la confección del canon como el mismo Espíritu Santo guía a los compiladores de los escritos para confeccionar la Biblia que hoy poseemos, si añadiduras y sin que se distorsione el mensaje primigenio de Jesús y los hechos acaecidos. Por lo tanto quiere decir que Cristo dará cumplimiento a todas las promesas hechas por Dios ya en el Antiguo Pacto, todas las promesas Vetero Testamentarias se cumplieron en Cristo.
Estas promesas las encontramos en el profeta Ezequiel “Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra...Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas..., seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios' (Ez. 36: 26-28).
El oráculo de Ezequiel daba conocimiento la promesa del don del Espíritu Santo, la conocida profecía de Jeremías sobre la Nueva Alianza: 'He aquí que vienen días (oráculo de Yahvé) en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva Alianza... pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo' (Jr. 31:31-33); el profeta subraya que este nuevo pacto será distinto al anterior, esto es, de aquella que estaba vinculada con la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto y ahora es vinculo indeleble con Cristo para destrucción del pecado por su sangre, por la redención obsequiada a los hijos predilectos suyos.
Por lo tanto es bueno recordar que la infusión del Espíritu Santo no es solamente el instalar, la ley divina en lo profundo de la propiedad espiritual del hombre si no que en virtud de la Pascua redentora de Jesucristo se ejecuta también el don de una Persona divina que es nada más ni nada menos que el Espíritu Santo quien el mismo se le otorga a los Apóstoles para que habite en ellos , Florece un don por el cual Dios se revela al hombre en el misterio intimo conforme a la divinidad, a fin de que participando en la naturaleza divina de la vida Trinitaria, se dé obras espirituales. por tanto, el don que está como fondo de todos los dones sobrenaturales es la raíz que implica una revolución del espíritu humano en el alcance de la moralidad conforme al Evangelios anunciado por Cristo y preservado por el Santo Paráclito ,de este modo lo que había sido anunciado por los profetas como un comunicar la ley de Dios en el corazón del hombre se enaltece el significado en la nueva proporción de la efusión del Espíritu en la nueva humanidad , confirmados por Jesús y los textos de los Evangelistas, esta gran promesa que alcanza su plenitud en el magnifico regalo de la Persona misma del Paráclito que acompaña a toda su iglesia para ser exponentes del Reino de Dios en la tierra.
Es así que cada miembro del cuerpo de Cristo que es la Iglesia reunida en torno a su Palabra, y su mesa, es heredera del Reino de Dios y a su vez poseedora de la gracia de que en ella permanezca el Santo Espíritu, como guía de la verdad revelada a sus sucesores, esto es a todo el pueblo de Dios fiel a la verdad manifestada en las Santas Escrituras.

Seamos púes dignos embajadores del Reino de Dios a través de nuestro ministerio y nuestra vida según los parámetros de las Biblia, y sobre todo a la escucha constante del Espíritu Santo, Señor y dador de vida.

Rev. José Luis Podestá

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