jueves, 10 de julio de 2008

Lectura bíblica e identidad cristiana, para un cambio personal y social.


Los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, dirigen a sus lectores más allá de sus páginas, a los sucesos excelsos de la intervención Divina a lo largo de la historia de la humanidad, que narran los eventos reales de un pasado, de una historia sagrada, al mismo tiempo tienen poder hoy de hacer reflexionar a quienes se abren a su mensaje mediante la sana interpretación de sus pasajes.
Por ejemplo, en la carta a los Romanos, es un texto que factiblemente carezca de competidor entre los textos del Nuevo Testamento. Su capacidad para originar nuevas perspectivas, se ha señalado reiteradamente en momentos decisivos de la experiencia de los cristianos, como lo observamos en Agustín, que acudió a ella en el año 390 d.c., para encontrar una respuesta exegéticamente verdadera al inconveniente presentado por el determinismo maniqueo, que señalara la realidad de la voluntad humana, aunque le fuera dificultoso alcanzar el equilibrio entre el libre albedrío y la gracia divina.
También en los inicios del siglo XVI, Martín Lutero, afligido por la penuria de descubrir un fundamento para una fe indudable en la salvación, que no brindaban las creencias y las prácticas del catolicismo medieval, halló en Romanos la fundamental idea de la justificación por la fe .
Lutero estaba encantado por esta carta del apóstol de los gentiles, que consideraba su fuente de reflexión y guía. También lo fue para otros grandes reformadores como le sucedió a Juan Calvino, que supo poner excelentemente por escrito en sus comentario a los Romanos, en donde sagazmente realiza una interpretación magistral de cada punto y significado, que solo el genio de Ginebra puedo realizar con total claridad y actualidad. Cuatro siglos posteriores a estos “padres” de la reforma, Karl Barth, observando globalmente un mundo despedazado por la Primera Guerra Mundial, publicó la primera edición de su exposición a los Romanos en 1.919; en este comentario acometió con la noción del sujeto como creador de cultura y de la historia y a su vez como la religión había proporcionado a la cultura burguesa un soporte ideológico capital, planteando la imagen de un Dios que existe completa y enteramente en sí mismo, previamente de todo conocimiento que se posea sobre él y que vigila al mundo castigándolo. Una segunda edición aparecería en 1.922,en réplica a quienes les expresaban que se oponía a la crítica histórica, Barth reprochaba los infecundos preludios que se pasaban como si fueran una gran exégesis de Pablo y reclamaba la necesidad de una auténtica comprensión e interpretación, que proporcionara la energía creadora que caracterizaba la mejor interpretación de Pablo. Es lógico que al final de su teología Barth cometiera varios errores de interpretación, que en muchos casos socavaron la verdad de las Escrituras.
No obstante, la lejanía cultural –histórica, que se halla entre un texto bíblico y cada generación de lectores, no es cierto, que éstos se vean impedidos para comprender lo que se anunció originalmente en ese texto, ya que todo lector amateur puede comprender por más mínimo que sea el significado del mensaje, algunos con el fin de impedir la llegada de la Biblia al pueblo, elaboró lúgubres argumentos que desechan la capacidad de los ciudadanos simples y llanos, en la lectura de la verdad bíblica. No existe en principio ninguna incompatibilidad entre la situación narrada en esa carta y la que experimentamos con la lectura de los demás textos bíblicos, a la luz de la situación actual que tiene su parecidos y sus divergencias, pero es el mensaje altamente revelador para las circunstancias que nos aquejan hoy.
Por esta razón, leer un texto bíblico de un modo que haga justicia a su trama histórica y que al mismo tiempo nos siga hablando a los lectores hoy que vivimos en otros contextos culturales y que a través de ella encontremos las respuestas a nuestras situaciones de vida, es por un solo motivo, que la Biblia es palabra verdadera de Dios, y que solo por su excelencia a través de los siglos, es posible tanta coherencia. Para interpretar los acontecimientos expuestos en la Biblia, debemos tener todo un ejercicio de información intercultural que solo con una buena predisposición y con ganas como cristianos, logremos para nuestro beneficio y de la sociedad.

Rev. José Luis Podestá

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