lunes, 1 de diciembre de 2008

Preparar el camino - Comentario a (1 Ts. 5: 23-28). .


Con la celebración del culto del domingo en donde abrimos el comienzo de la celebración del tiempo de Adviento proclamamos el Evangelio, también leímos las Epístolas y cantamos los Salmos, así hemos ensalzado nuestro corazón hacia Dios, colocándonos en la actitud espiritual que caracteriza este tiempo; la iglesia usa para mejorar nuestras actitudes y rever nuestras acciones de vida cotidiana en pos de la Navidad, con una actitud de permanente “vigilancia en la oración” y “gozo en la adoración”, con estas acciones debemos aprender a vivir oyendo piadosamente la palabra de Dios, en especial hoy meditemos sobre esta breve lectura bíblica de 1 de tesalonicenses ;Se trata de los versículos que se hallan al final de la primera carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses (1 Ts. 5: 23-28). El primer versículo enuncia la pretensión del Apóstol para la comunidad de creyentes de Tesalónica; el segundo brinda una expresión de garantía de su cumplimiento. El deseo del Apóstol de los gentiles es que cada uno sea santificado por Dios y se conserve irreprochable en toda su persona , “espíritu, alma y cuerpo”, hasta la venida final del Señor Jesús , manifestando una fuerte garantía de que esto va a acontecer porque no la ofrece hombre alguno si no que la ofrece la fidelidad soberana de Dios mismo, que consumará la obra redentora en los electos que son fieles, la comunidad de creyentes que se reúne en torno a Él para escuchar su palabra y vivir fielmente los sacramentos.
Esta carta a los Tesalonicenses es la primera de todas las cartas de Pablo, en ella, aún más que en las restantes de su autoría, se siente el corazón ardoroso del Apóstol, su amor como mensajero del Dios altísimo hacia su nueva comunidad que frágilmente va creciendo y con las problemáticas y dudas de todo nuevo nacimiento, en ella expresa su gran preocupación de que no se contamine la fe de esta Iglesia naciente, que está envuelta en un contexto cultural contradictorio a la fe en muchos aspectos. Así, el Apóstol sella su carta con un deseo, expresado en la oración conclusiva de que sean santos e irreprensibles en el instante de la venida del Señor. La palabra central de esta oración es venida, esto significa parusía, y en el latín adventus, que es adviento, venida. Para entender el significado de este termino y por ende la oración final en esta carta de Pablo para esta comunidad y por todas las comunidades de todos los tiempos posteriores, también por nosotros hoy, esta vuelta del Señor es única pero sin embargo, no sólo existe la venida final para el juicio, en el final de los tiempos. En cierto modo, el Señor desea venir siempre a través de nuestra constante memoria y fidelidad, y Él llama a la puerta de nuestro corazón siempre y estás dispuesto a estar cono nosotros hasta que vuelva en el final.

Esto es lo que queremos aprender a estar atento y en escucha de su Palabra en este tiempo preparatorio de la Natividad, que es una forma de “limpiar” nuestros corazones, así recibir la conmemoración del nacimiento de nuestro Salvador en carne humana, y gozarnos en esa fecha del gran don de Dios de entregarnos a su Hijo único, para nuestra redención.

Así pues preparemos el camino que nos lleva a la gruta de Belén, que hoy es nuestro corazón, así recibir con alegría y gran gozo la venida espiritual del Señor, y decir con gozo “un niño nos ha nacido”.

Rev. José Luis Podestá

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