jueves, 18 de diciembre de 2008

Romper tabúes, en la enfermedad Terminal.


En la sociedad occidental actual encontramos diferentes tabúes, hoy en día el sexo como objeto prohibitivo en ciertas sociedades y el no hablarlo dio paso a una libertada o mejor dicho libertinaje que no conoce limites todavía. Ésta ruptura de ese espacio opresivo se derivó a otro que casi no se toca, no se quiere hablar ni sentir, que son las enfermedades terminales, aquellas que indefectiblemente llevan al deceso de la persona, en muchas ocasiones con grandes traumas y sufrimientos.
Como agentes portadores del Evangelio en un ámbito donde el dolor y el sufrimiento es cotidiano, sea en la pastoral hospitalaria e incluso en las iglesias donde se reciben personas con problemas serios de salud y donde la desesperación les invade; es necesario aportar un estilo de acompañamiento basado en la Biblia, que permita ver el sufrimiento no como un castigo o que la enfermedad que porta será algo tan innombrable que no pueda ser asistido espiritualmente y acompañado en esa hoja de ruta que lo lleva a la casa del Padre Eterno.
Como diría Shakespeare en su obra Hamlet “Desde el momento en que nacemos comenzamos a morir”, parece una ironía pero la verdad que a partir de los veinticinco años cada día se mueren cien mil células cerebrales que no se reemplazan jamás, y si a ésta situación en un estado de normalidad se agrega drogas, alcohol, u otros abusos, el número seguramente aumentará.
Con esto quiero decir que la muerte es parte inexorable de nuestra existencia, y no menos profundo el sentimiento cuando alguien sufre de una enfermedad terminal que la recuperación casi no es factible, allí viene todo un proceso en que el acompañante pastoral y la familia deben trabajar en conjunto para lograr que el enfermo se estabilice lo más posible en lo emocional y espiritual, con la debida atención medica de la enfermedad, es importante que todos , familia, agentes de salud, médicos, enfermeros y pastores, trabajen en conjunto, romper el tabú del mal que aqueja, porque uno de los elementos que muchos conocidos o familiares hacen es ocultar la enfermedad, utilizando frases como “ ese mal” , “la peste” , “esa porquería”, “esa cosa mala”, etc. restando el nombre por miedo o ignorancia, con esos términos solo logramos que el padeciente se sienta más despreciado, como marginado, como un parasito sin sanación, como que posee algo innombrable que lo perjudica a él y a los demás, como un bicho , una cosa rara. Lamentablemente lo vemos a diarios, el tabú por las enfermedades incurables muchas veces provoca un estado de angustia peor que lo que padecería el enfermo si se lograra un acompañamiento adecuado.
No menos preocupantes es cuando jugamos a ser Dios, o a infligir las leyes de Dios, tomando la determinación de la vida en nuestras manos, propagando la eutanasia o el aborto, cuantas veces vemos que gente desea quietarse la vida por la enfermedad que sufre, y dando así la ruptura de la relación con Dios, sobre la vida y la muerte, hay que ser cautos, no propiciar esas situaciones que terminamos siendo cómplices de un suicidio o un homicidio en algunos casos.
Todas las enfermedades terminales son dolorosas y angustiantes, pero si tomamos la debida consciencia de llamarlas por su nombre, de aceptar la enfermedad y luchar lo más posible para vivir lo mejor que se pueda hasta el ultimo instante, lograremos mejorar nuestra situación de sufrimiento, aplacándolo tal vez un poco más y sobre todo con un buen acompañamiento espiritual con los ojos puestos en Dios, el Señor de la vida, quien nos espera al final de este camino, Él es nuestro Principio y final, Él es nuestro dueño , no nosotros ni nuestros familiares, ni nadie sobre la tierra.
Tomar consciencia de la enfermedad, tanto padecientes como familiares, hace bien para programar un plan sólido que dirija los últimos pasos a la casa del Padre, pastores bien formados en este tema que permitan sostener y contener al sufriente y a los seres queridos, para así lograr el alivio que solo la Palabra de Dios puede otorgar.
Romper el tabú, es romper nuestra oscuridad y limitación, así poder palear el sufrimiento; sabiendo siempre que el final de la vida terrena no es el final absoluto de nuestra existencia, si no el tránsito a la vida eterna.

Rev. José Luis Podestá

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