jueves, 20 de marzo de 2008

In cruce salus.




El relato de la pasión en los Evangelios es de suma importancia, para la conmemoración de hoy viernes santo.

Pero me quiero detener en una parte del suceso tan sublime para la redención y la historia de los cristianos y es más para la fecha que conmemoramos.

Es la desgarrante aclamación de Jesús cuando colgaba del madero, en donde puesto en nuestro lugar se dirigía al Padre de la siguiente forma ¿Elí Elí, lemá sabachtani? (Mat.27:46). Esto significa Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?

Existe una ligazón entra la oscuridad y el grito que Jesús realiza; esta escena es una simbología de cómo se encontraba la humanidad antes de la redención, vivían en una lúgubre oscuridad espiritual y en constante desamparo, en donde el ser humano buscaba angustiosamente llegar a Dios, en ese tiempo con sacrificios en el templo, pero era sabido por un pequeño remanente fiel a las Escrituras, que el holocausto era otro, para lograr la redención.

Así el mismo Padre eterno lo tenía planificado antes de todos los tiempos para que por medio de Cristo otorgar la salvación a muchos.

Cristo en el madero infame, estaba siendo hecho maldición por nosotros, siendo maldito para sufrir por nuestras transgresiones, por nuestra caída al averno espiritual, Dios cargaba en Él todas nuestras miserias, nuestras pasiones y nuestro estilo desobediente a la voluntada Divina.

Imaginemos por un momento uno de nosotros cargando una gran columna o edificación sobre nuestras espaldas, y que nos hagan caminar casi arrastrándonos por una camino sinuoso y de muy mal estado, en donde los kilómetros que nos faltan son muchos, será casi imposible logarlo, pues entonces imaginemos el sufrimiento que tendríamos que pasar si por nuestras solas fuerzas quisiéramos obtener el perdón por nuestras faltas, seria algo tan desgarrador y tan insalvable que pereceríamos en los primero segundos, no lograríamos aguantar ni el mas mínimo castigo de Dios por los pecados.

Por eso, solamente por la gracia de Dios somos salvados, pero sobre todo, por el sacrificio invaluable del hijo de Dios, alguien tremendamente justo y sin manchas de ningún tipo, sufrió por nosotros, todo el tormento, toda la ira de Dios en una sola persona.

Es lógico el grito, que Jesús prefigurando a la humanidad caída detona en su garganta, en donde clama por la ruptura de la relación con Dios. Esa humanidad frágil que ante el tormento se siente sola, abandonada, sin horizonte, sin nada más que la fragilidad de nuestra naturaleza y de la penumbra de nuestro destino final.

Que sucesos extraordinarios pasaron cuando Jesús muere cargando nuestros pecados, el velo del templo se rasga en dos, dejando lo santo a la vista de todos, esto es la imagen de que Dios es develado a la humanidad, ya no hay “cortina” que nos tape la cercanía con el Creador, nos invita a relacionarnos cara a cara, no como en la antigüedad en donde solo uno era el que podía estar cerca, y era velado a los ojos del pueblo el lugar santísimo.

Esa ruptura del velo desde arriba abajo tiene como significado la apertura de Dios del reino para sus amados, es Él que inicia la vía hacia si, y el camino por el que por fe debemos transitar es Cristo, no hay otro.

Vemos dentro de los acontecimientos, el terremoto, las piedras que se parten, las tumbas que se abren, todo a acusa de la muerte expiatoria de Cristo. Todos estos eventos prefiguraban la resurrección de Jesús, y la de los santos en los últimos días cuando el Hijo de Dios retorne a la tierra.

Pues la importancia de vivir adecuadamente este viernes santo es lograr interpretar por nuestra parte como creyentes el valioso don de Dios al regalarnos a su Hijo para nuestra salvación, si no lo hubiera hecho sería imposible la reconciliación, el sufrimiento que pagó Jesucristo por nosotros es tan alto, que no lo podemos imaginar, entonces tratemos de acercarnos en forma orante, en estos días antes del domingo de pascua, para así en el día que resucitó el Salvador de los hombres, podamos disfrutar con gozo del regalo que Dios nos hizo, la salvación.

Rev. José Luis Podestá

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