sábado, 22 de marzo de 2008

No esta aquí, pues ha resucitado tal como lo dijo.



En las primeras horas de la mañana las mujeres van prestas a la tumba donde fue enterrado su Maestro, llevando los implementos necesarios para ungir el cuerpo antes que la descomposición sea mayor.
En el camino apenas con una tenue luz se encuentran con alguien que de imprevisto le anuncia que el que están buscando no esta allí, si no ha resucitado tal como él mismo lo dijo. Imaginémonos por unos instantes el estupor y desconcierto que esas piadosas y compungidas mujeres tuvieron que soportar, su Maestro no estaba en el lugar que ellas creían, la inimaginable cantidad de conjeturas que pudieron pasar por sus cabezas en tan pocos segundos.
Las palabras del Ángel, suenan como un reproche disimulado, que si hubieran tenido la fe suficiente y habiéndolo escuchados tantas veces, que él resucitaría de los muertos al tercer día, no estarían tan confundidas.
Las palabras provenientes del emisor celestial son cálidas a pesar de la falta concreta de fe de ellas, porque estas mujeres siguen siendo fieles, no como algunos otros que corrieron a esconderse y casi negándolo se apartaron, estas a pesar de todo fueron a continuar al lado del Maestro con su proceso de unción.
Pero estas palabras del Ángel, tiene que resonar en nuestros oídos, y la recriminación que les hace a las mujeres, hoy tenemos que tenerlas muy en cuenta, porqué muchas veces vivimos o actuamos en diferentes aspectos de nuestra vida, como si Cristo estuviera en la tumba, como si no hubiera resucitado y siguiera lejos de nosotros.
Siendo cristianos reformados, tenemos la obligación de vivir fielmente en su Palabra y predicar a un Cristo vivo, a quien venció a la muerte y nos rescato de la condenación enteran. No adormecernos encerrados en nuestras comodidades, y mirando por la ranura de una puerta quien esta del otro lado, no nos asemejemos como a determinados discípulos que huyeron del Señor cuando el fue crucificado, temerosos de sentirse amigos de Jesús para no ser acusados por la sociedad de entonces.
Cuando las mujeres fueron a ver la tumba vacía, el gozo fue extremo, salieron de inmediato a notificar a los demás que Jesús había resucitado, que el se dirigía delante de ellos a esperarlos en Galilea.
Pero observemos que en los Evangelios, los discípulos siguen desconfiando del mensaje, siguen con cierta incredulidad y necesitan ir a ver el acontecimiento si realmente era veraz como las mujeres lo relataban. Cuantas veces hoy nosotros actuamos como esos discípulos, que necesitan comprobar los hechos de Jesús, a pesar que Él nos anuncia cada día su mensaje, en las Escrituras. Es hora de salir a anunciar al Cristo resucitado al mundo, no quedarnos simplemente ocultos en nuestras comodidades adquiridas, muchas de ellas no por fe y gracias de Dios, si no por tradición familiar, como siempre concurrieron a esa iglesia yo también voy, que lejos está de los verdaderos llamados por Jesús.
Veamos como Jesús les dice a las mujeres en el Evangelio de Mateo, cuando sale al cruce de ellas y éstas al reconocerlos se postran ante Él, y Él con un gesto de amor les dice vayan a mis hermanos y díganles que los espero en Galilea.
Gesto maravilloso del Señor no nos llama siervos si no hermanos, ya que somos restaurados en la relación con el Padre, por su sacrificio redentor, ya no nos hallamos desconocidos, somos hijos de Dios.
También es dignos resaltar el papel que Jesús le da a las mujeres, les encomienda una tarea, que anuncien a sus hermanos la resurrección, las pone en un plano de igualdad ante Dios, todos son iguales en el Reino del Señor, no existen sexo o clase social, todos son hermanos y miembros de una misma familia, con esto no quiere decir que las mujeres tomen el ministerio apostólico, si no que colaboren en el como ellas pueden y Dios lo desea, al contrario de muchas, que propagan un ministerio femenino ajeno al mandato de Dios.
Todos, hombres y mujeres, somos anunciadores del Resucitado, en las diferentes posiciones o ministerios que Dios nos coloca, pero no debemos usurpar lugares que Dios lo tiene predeterminado, pero si sin distinción de sexo debemos desde nuestros lugares de acción anunciar el Reino de Dios, al Cristo Resucitado.
Que en esta conmemoración de las Pascua de resurrección en donde Cristo, venció a la muerte y nos dio nueva vida en Él, sepamos ser anunciadores de su Palabra, y con gozo manifestemos la alegría de la resurrección en nuestro entorno.

Rev. José Luis Podestá

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